SEND NUDES

 

Salier miró por undécima vez la imagen que se reflejaba en su placa de comunicación. El cristal azulado mostraba una foto, o lo que creía que era una foto porque su contenido todavía le confundía. Por lo menos en la parte anatómica se parecía a un torso desnudo. La cuestión era que no sabía por qué alguien le enviaría algo así a él, un simple estudiante de la Academia Silvan de magia con cero interés en el cuerpo de ninguna persona. Además, no era por nada, pero esa piel no parecía la de un elfo, no tenía la tonalidad verde pastel de su raza ni tampoco la de ninguna de las razas que existían en su mundo. ¿Se trataría de una broma? No podía haber otra opción, seguro que Farela le estaba tomando el pelo como siempre.

Farela te juro por tus alas de hada que a la próxima te mando una maldición de segundo grado.

No eres Jan?

No sé que es un Jan, pero yo no soy nada de eso.

Jajajaja k gracioso ers.

M caes bien soy luke.

¿Luke? ¿Qué nombre era ese? Parecía más una enfermedad por indigestión de pociones que el nombre de una persona. Sin embargo, ahora que se daba cuenta de que había estado hablando con una persona que no era Farela se sentía un poco mal por haber sido tan maleducado. Debía de ser algún estudiante extranjero de la academia que había guardado mal el número de placa. Tecleó una disculpa rápida pensando que ese sería el final, pero una notificación le llevó la contraria unos minutos después. Aunque no tenía ninguna intención de contestarle. Dentro de poco tendría una exhibición con el claviero y le estaba costando más de lo normal aprenderse la pieza. Farela ya era suficiente distracción.

—¡Sa-li-er! —como si la hubiese invocado con el pensamiento, Farela apareció volando por su ventana con una sonrisa radiante—. ¿Qué haces estudiando todavía? ¿Es por lo del claviero? Seguro que lo haces súper genial. ¿Sabes que Mirela y Sup del curso de runas se han liado? Una elfa con una sirena, esto va a estar en boca de todos…

Si Farela se sintió ofendida por el suspiro exasperado que soltó Salier, no lo mencionó en ningún momento. De hecho el hada decidió ignorar el evidente disgusto de su amigo en favor de relatar a toda velocidad todos los detalles que sabía sobre el último escándalo de la academia.

—¿¡Qué es esto!? —Salier se giró solo para ver con horror como Farela sostenía su placa—. ¡Te han mandado un desnudo! —rio el hada—. ¿Quién es? ¿Quién es?

—No lo sé, ni me importa.

—Hmm —sus dientes afilados se asomaron por detrás de su sonrisa—. Te ha contestado.

Salier le arrebató la placa en apenas un segundo antes de que Farela pudiese comprobar el mensaje. El hada soltó una risa cantarina mientras escapaba por la ventana lanzándole un beso a su tímido amigo. Su eco todavía resonaba en la habitación cuando Salier comprobó los últimos mensajes del tal Luke, básicamente una retahíla de disculpas seguida de un par de preguntas sobre la iluminación de la foto. ¿Cómo se supone que iba a responder a eso? Es más, ¿por qué tendría que responder? Con el ceño fruncido volvió a dejar la placa en la mesa. No iba a dejar que las tonterías de Farela le comieran la cabeza, no iba a responder.

A Jamal no le gustaba meterse en la vida de los demás. Si alguien le preguntase diría que «Vive y deja vivir» era su filosofía de vida. Pero hasta él estaba empezando a tener curiosidad con todo el asunto del móvil de Luke. Sabía por ciencia cierta que no podía ser Jan porque ella misma había dicho que el número que le dio era falso. Por lo que, técnicamente, Luke no debería estar sonriéndole a la pantalla a cada segundo y soltando carcajadas cada vez que un mensaje aparecía en el chat.

—Muy bien, ya basta —Jamal cogió el móvil de la mesa con rapidez—. Esto es una intervención.

—Pero … ¿estamos en un McDonald’s? —Luke miró su hamburguesa con una ceja levantada.

Su amigo le dirigió una mirada escéptica. En cualquier otra ocasión Luke no tendría ningún problema en contarle lo que ocurría a Jamal. Pero lo que tenía con Salier, fuese lo que fuese, era algo entre ellos dos. Sentía que esa conexión era especial y no sabía muy bien si quería compartirlo con nadie más.

—Bueno… el número que Jan me dio no era el suyo —empezó a decir—. Pero la persona con ese número resultó ser muy maja y… hemos seguido hablando…

Jamal lo observó con cuidado, desde el rojo que adornaba su cara hasta la forma en la que evitaba sus ojos a toda costa. Había esperado muchas cosas de aquella conversación, pero su amigo sonrojándose mientras hablaba de su nuevo amigo no era una de ellas. Luke en el fondo entendía la confusión, incluso él estaba confundido con todo lo que estaba pasando. Salier no era precisamente una persona fácil con la que hablar, solía responder a todos sus mensajes con monosílabos junto con algún comentario sobre su mala ortografía. Pero no supo muy bien en qué punto empezó a notar otras cosas. En cómo Salier siempre solía poner un par de mensajes más explicando las palabras que creía que Luke no entendía. En cómo siempre le preguntaba qué tal le había ido el día. En lo contento que se ponía cuando hablaba de cómo había aprobado alguna de esas pruebas tan raras que hacían en su país. Y lo peor era que ninguna de estas pequeñas cosas le parecía suficiente. Quería saber más sobre él, qué comida le gustaba, su color favorito, qué cosas le hacían reír. Luke se dio cuenta de repente que daría cualquier cosa por escuchar aunque solo fuese una vez el sonido de su voz.

—Jamal, tengo un problema gordísimo —su amigo levantó una ceja—. Creo que me he enamorado de él.

La cuestión era que siempre había sabido que Luke era un tanto distinto. Muchas veces referenciaba cosas que Salier estaba bastante seguro no existían en su mundo, por no hablar de las extrañas fotos que mandaba de vez en cuando. La primera vez que una imagen de una especie de elfo de color bronce y orejas planas apareció en su placa, Salier pensó que se trataba de alguna broma. Tras pasar casi tres días sin salir de la biblioteca no había encontrado absolutamente ninguna raza que se pareciese a él. O no exactamente. Porque lo único remotamente similar a su amigo sería un «humano», lo cual Salier se negaba a si quiera contemplar. Todo el mundo sabía que los humanos solo eran inventos de los cuentos populares, el típico monstruo con el que tu madre te amenazaba si te quedabas despierto hasta muy tarde. No ayudaba el hecho de que estuviese empezando a tener sentimientos por él.

—Por todas mis alas, te ha dicho que le gustas —dijo Farela viendo el último mensaje.

—Ya lo sé, Farela —gruñó Salier mientras veía a la directora Kremel sentada en la primera fila de la grada hablando con un encapuchado. Si alguien podía tener respuestas era ella.

—¿Salier? —la mujer lo miró extrañada y empezó a andar hacia el campus principal—. Si tienes algún problema por favor concierta una cita, ahora estoy muy…

—Lo entiendo, y usted sabe que jamás la interrumpiría por nada —Salier le cortó el paso mientras veía como Farela les alcanzaba—. Pero creo que he contactado con un ser de otro mundo.

—¿Cómo dices? —ante su sorpresa, Salier abrió las fotos que Luke le había estado mandado.

—No son falsas, lo he comprobado —explicó mientras la directora cogía su placa para investigar su contenido—. Creo… creemos que por algún motivo Lu- el ser humano ha descubierto una codificación numérica que ha conectado con el enlace interno de mi placa y…

La directora los miró de arriba abajo y soltó un suspiro. Sin levantar la cabeza apretó la placa de Salier entre sus manos partiéndola en dos mitades casi perfectas. El sonido del cristal rompiéndose retumbó en los oídos del elfo mientras veía con horror cómo los trozos caían al suelo. Cuando el pie de la directora acabó por romper lo que quedaba de su placa, apenas pudo escuchar los gritos de Farela y las excusas de la directora sobre lo peligroso que podía ser aquello. Todo lo que pudo oír fue su corazón rompiéndose.

¿Era aquello una especie de castigo?

La pregunta se repetía en su cabeza mil veces mientras Jamal intentaba captar su atención. Hacía ya dos semanas que se había armado de valor para mandar esa estúpida confesión a Salier. Lo cierto era que no había esperado una respuesta directa, esas cosas hacía falta pensarlas, sobre todo cuando se trataba de alguien al que no había visto nunca y que conocías por un mero error. Así que la primera semana se dijo a sí mismo que era normal que Salier no contestase a sus mensajes.

Pero había pasado demasiado tiempo como para seguir pensando que iba a recibir alguna respuesta. Tumbado ahí en su cama, Luke se cuestionaba si quizás había hecho algo mal. Era cierto que no conocía a Salier desde hacía mucho tiempo, habían pasado apenas cuatro meses desde que el comienzo de ese intercambio, pero habían sido días de mensajes constantes, conversaciones a medianoche y risas escondidas en mitad de clase. Sabía que jamás le ignoraría sin más, tenía que haber algún motivo por el que había decidido dejar de contestar. 

—Ey, tío, ¿por qué te está brillando el móvil?

Tal y como estaba diciendo su amigo, cuando Luke se giró vio como de la pantalla de su teléfono salía un brillante resplandor. Toda la habitación comenzó a temblar mientras unos extraños círculos comenzaban a dibujarse alrededor de la columna de luz que emitía la pantalla. Jamal pegó un grito cuando vio como una grieta comenzaba a abrirse en medio de la nada a la vez que intentaba tirar de Luke para marcharse de ahí. Sin embargo, su amigo era como una roca inamovible y sus ojos solo estaban mirando la figura que estaba saliendo del portal que acababa de abrirse en su casa. Su piel era verdosa con orejas puntiagudas y el pelo de color violeta. Tal y como la foto que le había mandado Salier.

—¿Luke? ¿Eres tú? —el elfo giró la cabeza buscando con la mirada hasta que vio a los dos humanos sentados en el suelo mirándole con la boca abierta.

—¿Salier?

—¡Ha funcionado! —el chico saltó a sus brazos para darle un abrazo mientras Jamal intentaba comprender todo lo que ocurría.

—Espera un momento ¿De verdad eres tú? No entiendo nada.

—Verás, tu placa contactó con la mía en mi mundo y hace dos semanas intenté proponerle a la directora abrir un portal —Salier se levantó ofreciéndole una mano—. Digamos que eso no terminó muy bien, así que Farela y yo hemos estado trabajando por nuestra cuenta para llegar aquí.

—Ah —Luke no sabía muy bien cómo decirle que todavía no se enteraba de nada, pero estaba demasiado feliz de tener a Salier allí como para interrumpirle—. ¿Dónde está ella?

—Al otro lado del portal —señaló el móvil de Luke que todavía tenía una pequeña luz—. Hemos conseguido convertir tu placa en un enlace entre los dos mundos. Con esto podremos abrir portales para vernos de vez en cuando, aunque debemos tener mucho cuidado, nadie más puede enterarse de esto.

—¿Podemos ir nosotros también a tu mundo?

Luke y Salier se giraron al mismo tiempo dirigiendo una mirada amenazante hacia Jamal. El chico comprendió perfectamente la indirecta y salió de la habitación con cuidado prometiendo volver en unas horas para obtener sus repuestas. Por el momento les dejaría algo de intimidad a esos dos tortolitos. Cuando la puerta se cerró detrás de él, Luke se dio cuenta de que todavía estaba sosteniendo la mano que Salier le había ofrecido para levantarse. El color ascendió a sus mejillas casi al mismo tiempo que un azul tintaba las del elfo. A pesar de todo lo que había pensado en su reencuentro, Luke no sabía muy bien qué decir sobre toda esa situación.

—A mí también.

—¿Cómo? —Luke levantó la mirada para encontrarse con los ojos castaños de Salier.

—Que a mí también me gustas —desvió la mirada obviamente avergonzado—, aunque entiendo que ahora que sabes que no soy humano no quie-

Antes de que Salier pudiese terminar la frase, Luke se adelantó invadiendo su espacio personal para unir su boca con la suya. No fue un beso perfecto, Salier se quedó congelado en el momento que unos labios extraños tocaron los suyos y Luke estaba demasiado nervioso con todo lo que estaba pasando. Pero para ellos lo fue, porque en aquel gesto había escondido un mensaje que ninguno de los dos se había atrevido a mandar y que todavía no se atrevían a decir en voz alta. Ambos eran conscientes de que no iba a ser fácil, no solo se tenían que conocer el uno al otro sino que además ahora había todo un mundo desconocido que los unía. Tampoco sabían cuánto tiempo podría durar ese ir y venir hasta que alguien los descubriese. Aunque en ese momento, el uno en los brazos del otro, esas cuestiones no les podían importar menos.

(1 año después)

Dile a tu madre q voy a llevar las delicias de sirena q le gustan tanto.

Ok, pelota

No es mi culpa ser tan encantador, señor Guterrez.

*Gutiérrez

Pq sigo saliendo contigo?

Xk me quiereessss

Quiero a tu madre, a ti no sé…

Vaya y yo k había hecho esos espaguetis que tanto le gustan a mi novio

Pero si ya no me quiere se los daré a Jamal

...

Yo también te quiero.



Relato de C. Moon

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