CUADERNO DE BITÁCORA

 


Cuaderno de bitácora del biólogo jefe Arthur G. Armstrong.

Día 1

Hemos despegado a la hora establecida. Todo ha ido con precisión milimétrica. Veo desaparecer la estación espacial a medida que nos internamos en la interminable oscuridad. Aún nos quedan tres meses de viaje por delante, por lo que los miembros de la tripulación procederemos a hibernar hasta nuestra llegada a la colonia. No se me permite mencionar su nombre siquiera, cuando menos su ubicación (cosas del contrato de confidencialidad con la compañía), pero he de decir que estoy impaciente por llegar y comenzar a estudiar las nuevas especies de microorganismos que están descubriendo a diario, algunos de los cuales no son capaces de clasificar dada su extrema complejidad.

Día 27

Nos han despertado de manera precipitada. El capitán nos ha convocado a todos en el puente de mando. No puedo decir dónde nos encontramos (eso queda registrado en la bitácora del puente de mando, con clasificación militar de rango 9), pero la imagen de la estación flotando sin rumbo nos ha impactado a todos.

No sabemos lo que ha pasado, pero presenta daños en toda su estructura, como si se hubieran llevado a cabo feroces combates por el control de la nave. Vemos flotar algunos fragmentos en forma de basura espacial que pasan junto a la claraboya del castillete, y escuchamos sus impactos contra el casco, una paradoja en el lugar donde no existe el sonido.

Un comando de marines estelares ha abordado la nave. No nos hemos movido de hasta que no hemos tenido comunicación con el pelotón. Según el informe del sargento al mando, allí no queda nada ni nadie con vida. Hay impactos de armas de energía por todas partes, brechas en el casco, y los pocos cadáveres que se han podido encontrar presentan unas heridas espantosas y un aspecto como nunca antes han visto.

He notado el miedo en su voz. Son hombres con muchísimas campañas a sus espaldas, y esa palabra no entra en su vocabulario. Cuando han regresado, sus rostros pálidos y miradas desencajadas me onfirman que contemplaron cosas horribles en el interior de la nave.

Día 28

Comienzo las autopsias de los. Las heridas que presentan son verdaderamente espantosas y, a juzgar por los rictus de sus rostros, sus muertes debieron ser muy lentas y de una agonía atroz, padeciendo un sufrimiento extremo hasta el final. Las lesiones parecen concordar con algún tipo desconocido de bacteria carnívora. Tomo muestras que someteré a distintos tipos de cultivo.

Día 29

Estaba en la hora 23 de necropsias cuando he escuchado el grito. He salido corriendo del laboratorio para encontrarme a Fullner, uno de los marines, que se había arrancado los ojos con sus propias manos. He intentado auxiliarle, pero se ha quitado la vida delante de mí degollándose con su propio cuchillo de combate, mientras no dejaba de farfullar algo de un ataúd de cristal en el espacio.

Ha sido horrible. He visto morir a muchos hombres, algunos de los cuales lo han hecho en mis brazos, pero la imagen de esas cuencas oculares vacías que parecían poder verme a pesar de carecer de los órganos para poder hacerlo, y los chorros de sangre que manaban de su interior mientras la hoja de carbono se abría paso a través de sus arterias, seccionándolas, me va a perseguir hasta el fin de mis días.

He parado las autopsias para ponerme enseguida con la de Fullner. Los análisis químicos han sido negativos, al igual que los bacteriológicos, y su cerebro no muestra trastorno neurológico alguno que pudiera dar lugar a un brote psicótico como el que le ha abocado a la muerte.

Hay algo raro en el ambiente. No sé qué es, pero parece haber venido junto con los cadáveres el día que los trajeron los marines. Soy un hombre de ciencia, y no debo creer en las supersticiones, pero hay un algo… no sé… me inquieta.

Día 41

Estoy confundido. Los cultivos de las placas han dado resultados distintos en cada uno. Lo único en común de las tres formas es su apetencia por cualquier forma de proteína animal que pudieran captar. De hecho, una de las placas ha tenido una reacción violenta y ha matado a dos de mis colaboradores devorando los tejidos del cuello y el rostro hasta dejar los huesos a la vista, completamente limpios, mientras aún se encontraban con vida. Han tardado horas en fallecer entre horribles delirios que sólo he podido combatir con una administración masiva de calmantes hasta que sus cuerpos han dicho basta.

No sé hasta qué punto no he podido ser el responsable de sus decesos por un exceso de analgésicos, pero era eso o la imagen de sus cráneos descarnados aullando de dolor (fragmento eliminado de la bitácora).

A eso hay que sumar el mal ambiente y el desánimo que se ha propagado por la tripulación. Dos de los ingenieros han desaparecido, una tercera, la japonesa Tomiko, se ha acuchillado el vientre hasta que sus vísceras han quedado expuestas, muriendo por el shock hipovolémico posterior; y Volkov, el ruso, se ha tirado por el núcleo del reactor mientras aullaba que estaba en sus sueños.

No es el primer comentario que escucho al respecto. La propia Tomiko, hace dos días, mientras almorzábamos, me dijo que tenía una serie de pesadillas recurrentes, algo referido a un ataúd de cristal y a una presencia demoníaca que no sabía explicar, pero que la quería fecundar para que tuviera a su vástago.

Hace un rato, el sargento de los marines estelares me ha dicho que está teniendo unas pesadillas terribles, y que necesitaba algo que le aliviase el dolor de cabeza y le permitiera dormir unos minutos en paz. No hago más que pensar en Volkov, Tomiko, y los otros dos ingenieros, delirando y chillando de una manera espantosa que está en sus sueños, mientras intentaban arrancarse los cabellos y la piel de la cabeza a tirones. Uno de los ingenieros, un francés, no recuerdo su nombre, se ha golpeado la cabeza contra una esquina que sobresalía en una pared hasta que se ha abierto el cráneo, donde ha comenzado a trastear con sus propios dedos, extrayendo fragmentos de masa encefálica, hasta que la muerte se ha apiadado de él.

Día 50

Hoy ha sido un día terrible. Los marines se han dividido, y un grupo de cuatro se ha hecho fuerte en el invernadero de babor, otro de ingenieros se ha atrincherado en los generadores de aire, y se ha tenido que proceder a efectuar varios asaltos. Nos hemos quedado sin generadores, por lo que el aire se agota con rapidez, y casi todos los marines, menos uno, han muerto.

A pesar de habernos aislado por nuestra seguridad, me las he arreglado para poder conectar las cámaras y los micrófonos de las zonas en las que estaban sucediendo las escaramuzas. No, en realidad han sido combates muy feroces en los que se ha llegado a un brutal cuerpo a cuerpo. Cuando se calmó la situación, sólo quedaban dos marines, el sargento y un soldado raso. El sargento, al ver el horror y los pedazos de sus compañeros diseminados por todas partes, se ha venido abajo, aullando que la culpa era de alguien a quien no podíamos ver, de algo que reptaba en los sueños de la tripulación y que nos estaba exterminando uno a uno.

Cuando creí que se iba a dar la vuelta para acabar con la vida del último soldado, sacó su pistola de energía y se voló los sesos. La cabeza desapareció en una bola de luz mientras la sangre formaba una especie de esfera que permaneció inmóvil durante unos instantes sobre el acéfalo torso, antes de salpicar en todas direcciones.

Cuando me he dado la vuelta, el soldado de infantería estelar estaba de rodillas en el suelo, llorando y aullando de desesperación. He sentido una profunda tristeza por él, comprendiendo su dolor durante un microsegundo.

Día 74

Es el fin. El último marine y el capitán se han enfrentado. Ha estallado el puente de mando, no sobreviviendo ninguno de los dos y, lo que es peor, dejando a la nave sin mandos. Vamos a la deriva. Probablemente, en los próximos días perdamos también la gravedad debido a esos mismos daños en los centrifugadores. El resto del equipo, tanto mecánicos, como ingenieros y biólogos, han ido pereciendo a lo largo de los días, generalmente por suicidio.

Día 80

Me ha despertado el estruendo de un impacto contra el casco de la nave. Sé que afuera no se habrá escuchado nada, pues los sonidos no se propagan en el vacío, ¡pero vaya si lo hacen aquí dentro! Prácticamente ha sido como un terremoto que lo ha sacudido todo. He recorrido el casco con las cámaras de seguridad, inspeccionando cada palmo de su superficie. El puente que he hecho en el sistema electrónico parece funcionar y no me ha dado problemas hasta el momento. Espero que me dure mucho tiempo.

Un escalofrío me ha asaltado cuando he visto una estructura transparente que ha atravesado el fuselaje a mitad de la nave. Es de forma irregular, y sólo he sido capaz de vislumbrarla porque refleja la luz de las estrellas. De lo contrario, sólo sería un extraño boquete en la nave por el que se filtra la amenaza de una pérdida masiva de la presión y del exiguo oxígeno que me pueda quedar para sobrevivir el tiempo que me quede.

Día 80 (nota desde el exterior)

Estoy en un traje. Voy a llevar a cabo un paseo espacial para comprobar los daños en el casco y qué es lo que se ha estrellado contra la nave. Espero que pueda manejar los controles yo solo, o quedaré condenado a morir aquí afuera sin aire o, peor aún, flotando a la deriva.

Estoy llegando a la zona… me tengo que asegurar con mucho cuidado al casco con arneses de seguridad si no quiero ser un cadáver pudriéndose en un traje en mitad de esta negrura… Ya llego. Esto… esto parece alguna especia… de mineral, pero es del todo transparente… como un gigantesco bloque de cristal. Casi me atrevería a decir que este fragmento… pertenece a un conjunto muchísimo más grande, pero no sé dónde se puede encontrar.

Aquí afuera no se ve nada. Sólo la oscuridad y el lejano brillo de las estrellas.

Día 80 (tercer apunte en la bitácora, ya en el interior de la nave)

¿Qué es lo que hay ahí fuera que ha propagado la demencia por la tripulación como si de un virus se tratase?

Un momento. Ahí hay… Es un brillo. No puedo distinguirlo. Se encuentra muy lejos de mi posición, pero hay algo que está brillando, y no es ninguna estrella.

Día 85

Llevo cinco días viendo ese brillo intermitente en la oscuridad perpetua que me rodea. Las pesadillas me acucian hasta el borde de la locura. Algo me susurra en la oscuridad, con una voz que no soy capaz de identificar sino como algo monstruoso, pronunciando palabras que no soy capaz de vocalizar. Cuando creo que por fin lo voy a ver, me despierto aullando de terror por algo que no soy capaz de definir sino como una sensación que flota en el aire.

Hoy he pasado al lado del reactor. Me ha parecido oír la voz del ruso que me llamaba para que me uniera a él, que allí abajo todo era paz y sosiego. He huido de allí a la carrera sin dejar de gritar hasta que he llegado a mi camarote y me he encerrado. Una vez allí, me he acurrucado en un rincón, agarrándome las piernas con fuerza mientras llamaba a mi madre con desesperación.

Día 86

Estoy procediendo a efectuar este asiento en la bitácora presa de un febril estado de nerviosismo y una fuerte excitación. Me estoy… colocando un traje espacial a la vez que… hablo, pero no es… fácil colocarse uno de estos… sin ayuda.

Los especímenes… se han escapado. He logrado aislar a uno en una de las salas, pero le he podido ver forcejear con los paneles del conducto de la ventilación, así que no creo que tarde mucho en escapar. Los otros dos han sido destruidos empleando una de las cargas de energía de las armas de los marines, pero se ha producido una fuerte explosión que ha creado un nuevo boquete en la estructura del casco.

No sé por cuánto tiempo más va a aguantar la nave…

Un momento… He escuchado un ruido, como metal retorciéndose. Creo que el último cultivo, el derivado del calcio, ha logrado escaparse. ¡Maldita sea, viene hacia aquí! El botón de la escotilla… el botón de la escotilla…

(Se escuchan gritos y ruidos de impactos, así como microbios electrónicos propios del roce con tejidos o de soplar directamente en el receptor)

Estoy… estoy en el exterior de la nave… Visto desde fuera, esto tiene peor pinta aún de la que cabría esperar. Estoy rodeado de basura espacial, puede ser que el casco se esté fracturando y no me haya dado cuenta hasta ahora…

Espera… ¿Eso qué es? Es el brillo… Parece… parece como si lo tuviera mucho más cerca… No es… ¡Es descomunal ¡Y lo tengo encima! Es… Pero parece como si… hay algo dentro… enorme… que está vivo… se mueve dentro del cristal, como el ataúd que mencionaron en su locura Guirós y Fullner… Esos tentáculos…

(Se hace un intenso silencio durante nueve coma cuatro segundos)

¡El cristal se está resquebrajando! ¡Se ha roto y está saliendo! ¡Estamos todos perdidos!¡Eso es lo que le pasó a la estación orbital! ¡Es…! ¡Oh, Dios mío…!

(La conexión se interrumpe de manera brusca)

 

Fin del cuaderno de bitácora del biólogo jefe Arthur G. Armstrong

a bordo de la estación orbital internacional Nuevo Amanecer.

SIN MÁS NOTICIAS

(ARCHIVO CLASIFICADO)


Relato de Javier Lobo


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