No podía dejar de temblar.
Tenía la idea de que morir por hipotermia era una muerte
dulce. Pero llevaba horas sufriendo. Y la muerte no llegaba lo suficientemente
rápido. El castañeteo incesante de sus dientes era el único sonido de origen
humano en toda la nave. En las últimas horas la temperatura ya había bajado de
los cincuenta grados bajo cero.
A pesar de que hacía horas que tenía los dedos totalmente
entumecidos, trataba de seguir analizando datos y salvando su investigación.
Aguantaba el mordisco helado en su cuerpo hasta que este decidiera dejar de
luchar. La misión lo era todo, aunque estuviese condenada desde hacía días.
Intentar caminar era como hacer equilibrio sobre dos cantos
rodados. Tenía pánico de la visión que encontraría al descalzarse e intentar
ver sus pies. Por lo que llevaba horas sentada cerca de la boca del pozo que
habían empezado a cavar en la superficie de Europa. Viendo la oscura boca del
poco, no podía dejar de pensar en las últimas palabras de su capitán: “Todos
estos meses, todo este entrenamiento y millones de recursos invertidos para
nada.”
Intentaba no pensar en su papel en este escenario, pero en
la pared frente a ella, en grandes letras de un color marrón oscuro, podía
leer: “No todo vale, Kim”. Las últimas palabras de su compañera bióloga, su
cadáver congelado seguía al pie de esas palabras.
Esperaba que sus compañeros, de seguir vivos, no la
culpasen. Que comprendiesen, que los objetivos de la misión, y por tanto de la
humanidad, estaban por encima de la vida de todos ellos. Algo que habían
olvidado en sus últimos momentos; pero ella, Kim Rabini, siempre había pensado
en la misión. Ese era el único fin.
Fase
1.
Siete días atrás habían aterrizado en el suelo helado de
Europa, la sexta luna de Júpiter. Un sueño para los seis tripulantes de la
JELAD I, o Júpiter-Europa Lander Driller, la primera misión tripulada a Europa.
La sexta luna de Júpiter ya había sido explorada en misiones no tripuladas con
anterioridad, con resultados muy prometedores. Mucho más interesantes que los
otros satélites galileanos en cuánto a la posibilidad de encontrar vida o un
nuevo refugio para la humanidad. Estas misiones habían hecho soñar a toda la
raza humana con un nuevo mundo acuático orbitando Júpiter.
Los drones de anteriores misiones, aparte de sobrevolar sus
vastas llanuras de hielo, se habían adentrado en el manto de hielo a cientos de
metros de profundidad. No habían llegado a tocar agua por supuesto, pero se había
demostrado que existía un océano de proporciones inimaginables a tan sólo doce
kilómetros de la superficie. Una última frontera ínfima, tras salvar los más de
seiscientos millones de kilómetros que la separaban de la Tierra.
El mayor volumen de agua líquida en el sistema solar. Agua
suficiente para saciar las necesidades de la raza humana en su expansión por el
sistema solar. Suficiente para crear atmósferas viables en Venus, Marte, e
incluso Io. Y aún quedaría suficiente agua para disfrutar de océanos de más de
cincuenta kilómetros de profundidad. El tesoro de esta amante de Zeus, Europa,
era inimaginablemente valioso. Asegurar tal cantidad de agua, supondría para la
humanidad un brillante futuro, y la más que probable colonización de todo el
sistema solar.
Kim y el resto de la tripulación habían salido en el año
2126 desde el espacio-puerto Neil Armstrong. Durante los siguientes trece meses
habían compartido los limitados setenta metros cuadrados del espacio de
viviendas de la JELAD. El recibimiento de Júpiter fué lo más embriagador que
vivió en su vida. Nadie se podía hacer una idea de lo que era aquel gigante
gaseoso hasta que se encontraba a cuatrocientos mil kilómetros de distancia. El
capitán de la misión, Niode de Soô, había conseguido en un plácido trayecto,
traerlos sanos y salvos a la mayor distancia que había estado nunca un ser
humano de la tierra. Eran la primera tripulación en dejar la cuna, la primera
vez que la humanidad se adentraba más allá del cinturón de asteroides.
La congoja que sentía en su estómago era una sensación de
pequeñez como nunca había vivido. Ante ella se encontraba un volumen de materia
y energía titánico. Inimaginable a todas las escalas, un gigante que le
devolvía la mirada a lo más profundo de su ser. La esfera de Júpiter abarcaba
buena parte del pequeño ventanuco de la bahía de observación de la JELAD. Sus
sinuosas nubes de tonos ocres, naranjas y marfil se movían en una danza
hipnótica. Lentamente las nubes se movían alrededor del planeta en lo que parecía
una plácida corriente. En la escala del sistema solar era un espectáculo
hipnótico. Pero a nivel planetario eran capas de atmósfera de gases pesados
girando a velocidades sónicas, un auténtico infierno de vientos y presión que
destruirían cualquier nave que intentase penetrar en ellas.
Toda la tripulación había caído ante esa fascinante visión.
Excepto el capitán. Niode apenas le dedicó unos segundos. Kim le miró con
recelo cuando rechazó su turno en el mirador, el capitán parecía más frío que
la mismísima Europa.
Europa se proyectaba como una pequeña esfera negra ante el
gigante Júpiter. Con un tamaño similar a la Luna terrestre, a medida que se
acercaban vislumbraban una pequeña esfera, casi lisa, ante el gigante por
excelencia del sistema solar. Un lugar en apariencia inhóspito, frío y
desolador.
Este sería su nuevo hogar durante los próximos 3 meses.
Fase
2.
En la órbita de Europa no estaban solos. Alrededor de la
luna ya orbitaban varios satélites científicos, una pequeña estación espacial
con el transbordador de retorno, y un par de generadores nucleares de fusión. A
pesar de la luz que desprendía Júpiter, la radiación solar que llegaba desde el
sol era prácticamente nula a efectos de usabilidad. La energía solar no era una
opción para sus necesidades energéticas.
Para suplir esta falta, tres meses antes habían llegado a la
órbita dos plantas nucleares autónomas de fusión. Ambas generaban suficiente
para las naves en órbita, y podían transmitir energía al módulo de aterrizaje
una vez posado sobre Europa. La transmisión se lograba mediante láseres
concentrados, una tecnología madura que ya se utilizaba ampliamente en la
Tierra. Estos mismos láseres se habían utilizado para esculpir y allanar la
zona de aterrizaje. Estaba todo listo para
su llegada.
Horas antes de aterrizar, la tripulación estaba eufórica,
todo funcionaba a la perfección. Kim se encontraba en una nube, dónde los días
volaban y las buenas noticias eran constantes. Incluso el capitán Niode se relajaba en ocasiones y abandonaba su rictus
serio. Nada había fallado, los pocos imprevistos que habían surgido eran
resueltos por las infalibles IA que gobernaban los sistemas. Tras llegar a la
órbita, se acoplaron a la estación espacial Galileo-6, o GAL6. La primera
estación espacial en los planetas exteriores del sistema solar; como una
protuberancia con forma de pera, colgaba el módulo de descenso a Europa. Su
hogar en los próximos tres meses.
Por fin tras más de un año compartiendo espacio de vivienda,
el espacio del módulo de descenso les parecía un lujo. Abandonaron el castigado
transbordador que ahora serviría como nave de servicio y emergencias. El
transbordador de regreso ya estaba listo en la estación. Pero de momento se
trasladaron a vivir al módulo de descenso JELAD. Aquí, cada uno disfrutaba de
su propia estancia, laboratorios individuales, zonas de ejercicio, salas de
ecología animal y vegetal. Uno de los mayores esfuerzos de la agencia espacial,
tecnología y recursos como nunca se había visto. Su viejo transbordador de
llegada quedaría abandonado
Tras la convulsa segunda mitad del siglo XXI, la humanidad
se abría paso por el sistema solar, en una nueva época dorada de la exploración
espacial. El programa de estas misiones se había denominado “Europa infinity
Ocean”. Tras demostrar la existencia de las casi infinitas reservas de agua que
atesoraba Júpiter en una de sus lunas, la humanidad tenía claro que las tenía
que reclamar para sí misma. En los últimos cinco años, los esfuerzos de la
carrera espacial se habían trasladado a este programa casi por completo.
Incluso los programas de terraformación de Venus y Marte se habían puesto en
stand-by a la espera de un ingente flujo de agua, que reduciría los procesos a
sólo un par de siglos.
El sexto día, Niode les reunió para repasar durante más de
seis horas todos los detalles de la misión. Kim y sus cuatro compañeros se
conocían al milímetro cada detalle de la nave, cada variable de la misión, y
cada dato de Europa. La misión se podía resumir de una forma muy sencilla: perforar
Europa hasta alcanzar agua líquida. Ahora llegaba el punto crítico del
descenso, dónde Rogers, el ingeniero y piloto de la misión debía guiarlos
suavemente al planeta.
Y en el séptimo día, descendieron.
Fase
3.
Europa tenía una atmósfera apenas perceptible, y una
gravedad incluso inferior a la de nuestra Luna. Por lo que se esperaba un
aterrizaje de lo más suave. Los seis tripulantes se encontraban en la cabina
del módulo JELAD, atados a unas cómodas sillas a la espera de la
desaceleración. Seguían el procedimiento como autómatas, pero a menos de cinco
kilómetros de la superficie saltaron todas las alarmas.
— Rogers, ¿QUÉ PASA? Tengo un error en los retro-propulsores.
— gritó Niode. Se dirigía a Rogers, el ingeniero y piloto de la misión. Sólo
Niode y Rogers tenían acceso a los mandos en el proceso de descenso. Los demás
eran espectadores en este momento de tensión.
— JODER, ¡No lo sé! Tenemos tres retro-propulsores fuera de
línea, la nave está perdiendo el ángulo de aterrizaje.
A pesar de los gritos, las alarmas y las luces. El módulo
seguía descendiendo sin apenas movimiento. Kim dirigió su atención a las
ventanas de la cabina, ya se empezaba a vislumbrar el horizonte de Europa. Le
parecía precioso. Decidió relajarse, respirar hondo y aceptar lo que pudiera
pasar.
— ¡Rogers! Reinicia el subsistema de retropropulsión. —
grito la bióloga de la tripulación.
— Ni se te ocurra. —Niode dirigió una mirada firme a la
tripulación. — No se reiniciaría a tiempo, y perderíamos parte de la
desaceleración necesaria.
— Rogers, tienes que compensar la falta de los retro-propulsores
con el propulsor principal. De forma manual.
— ¿Estás loco? Cualquier desviación y nos desviaremos mucho
más de los diez grados que tenemos ahora. Nos estrellaremos.
— Rogers — dijo Niode en un tono totalmente neutro — Si la
nave llega con una desviación superior a cinco grados a la superficie
aterrizaremos sobre los depósitos de combustible. Si se perforan… ya sabes.
Rogers le miró, sin necesidad de responder comenzó a
manipular los controles para tomar el control manual de la propulsión principal
de descenso.
— Vale Rogers, estamos a dos mil quinientos metros, sólo
necesitamos que reduzcas la inclinación a cinco grados o menos. Sé que lo
puedes conseguir.
Kim, estaba maravillada con la lisa superficie de Europa. A
lo lejos podía ver lo que parecía vapor de agua o nieblas. Estaba tan absorta
que ignoraba la tensión de sus compañeros.
— Mil metros Rogers, te acabas de desviar hasta los trece
grados.
— ¡Lo sé! Joder, ya lo tengo, ya lo tengo. — mascullaba
Rogers entre dientes.
— Nueve grados Rogers, estamos a quinientos metros. ¿Lo
tienes?
El horizonte blanco ya cubría casi todo, excepto por algunas
zonas de color anaranjado en la lejanía.
— Doscientos metros, preparadores para impacto.
— ¡Mierda, lo tengo, lo tengo! — Rogers volvió a levantar la
voz. Kim escuchaba a alguno de sus compañeros llorar, pero ella mantenía la
tranquilidad.
— Cincuenta metros, cuarenta, treinta, veinte, agarraos.
Kim cerró sus ojos con fuerza, esperando el fin con un
fuerte estrépito. Pero nada más lejos de lo que sucedió. Notaron un último
bandazo fuerte y un golpe seco al posarse la nave. Las alarmas seguían
encendidas, y la voz de la IA empezaba a hacer un diagnóstico de la situación.
Se atrevió a abrir los ojos. Estaban en Europa, y la nave estaba entera.
— ¡Joooder! — grito Rogers, enmudeciendo por un instante las
alarmas de la cabina. — ¿Wuuuuhu! Estamos en Europa, lo conseguí, ¡estamos
enteros!
La cabina se llenó de felicitaciones y risas nerviosas.
Niode mantenía la compostura y estaba analizando el diagnóstico de la
situación.
— Rogers, nos hemos desviado casi veinte metros de la zona
marcada.
— ¿Qué? — inquirió Rogers con sorpresa.
— Sí, además hemos reventado los hidráulicos de un par de
pilares del tren de aterrizaje. La nave está inclinada casi tres grados.
— Que te jodan Niode. Estoy hasta los cojones de tu
frialdad. Nos he salvado de estrellarnos contra la superficie y aún tienes más
que decir.
Niode le devolvió la mirada en silencio, hizo un gesto de
sorpresa y siguió con el diagnóstico de la nave.
— Bueno, estamos en la superficie, vamos a relajarnos y ver
cómo está el resto de la nave. — intervino Kim.
Aunque sus compañeros se lo podían tomar como un deseo de
suavizar la situación, la realidad es que no podía esperar a sentir la
superficie helada del planeta.
Fase
4.
Durante las siguientes setenta y dos horas, se centraron en
evaluar daños y asegurarse de que todos los sistemas estaban perfectos. La
realidad es que el módulo no estaba en una posición óptima para los trabajos de
perforación. Tuvieron que hacer varios ajustes en los sistemas hidráulicos y en
el perforador para tenerlo alineado. Se pasaron casi un día volviendo a alinear
los satélites y los generadores nucleares en órbita. A pesar de desviarse sólo
veinte metros, cualquier nanómetro fuera de alineación podía causar grandes
daños al JELAD.
Tras el abrupto aterrizaje, también habían descubierto
pequeñas fugas en los tanques de combustible. Nada grave, pero habían pérdido
oxígeno para la mezcla, más el que luego habían invertido en las reparaciones.
Kim no estaba especialmente preocupada por ello ya que se encontraban rodeados
de oxígeno molecular en la superficie; pero para el resto de la tripulación
suponía un grave inconveniente.
Además había otro problema, la tripulación se había dividido
en dos bandos desde el aterrizaje. Una división que venía de lejos pero que
había aflorado en momentos de crisis. Kim no había sido consciente de ella,
hasta que se lo comentaron sus compañeros. Ahora la tripulación se encontraba
dividida entre Niode y Rogers. Sin quererlo, el resto de la tripulación la
posicionó en el bando de Niode. No le dieron opción alguna, la sentencia de
Rogers y los demás fue rotunda: “Si no estás con nosotros estás con Niode”.
Kim recordaba perfectamente esa conversación:
— Vamos Kim, eres la más inteligente de la tripulación,
sabes que con estos daños no podemos seguir en la superficie. Cada hora que
seguimos perforando, compromete el despegue.
— Rogers — dijo Kim con serenidad, consciente de que el
resto de compañeros estaban atentos a la conversación—, el capitán es quien
debe tomar esa decisión. Y de todas formas, creo que la nave resistirá. Las
simulaciones muestran que aguantará, y ya lo hemos reforzado más allá de los
márgenes de seguridad. Con re-alinear los satélites podremos seguir. Y en las
siguientes semanas podremos suplir el oxígeno perdido,
— Siempre supe que te follabas al capitán. — Dijo la
bióloga. Rogers le dirigió una mirada y la mandó callar, así que el ingeniero
se había convertido en el nuevo Capitán informal de la tripulación.
— No le hagas caso. Kim, sabemos que tienes mucha influencia
en el capitán, al fin y al cabo eres la directora científica de la misión, pero
sabes que el principal precepto del programa espacial es la seguridad de los
astronautas. Nuestra seguridad.
Eso era cierto. Todo su entrenamiento y preparación giraba
en torno a la seguridad de la misión y sus componentes. Los astronautas. Varios
accidentes en el pesado había puesto en riesgo toda la carrera espacial. No
había nada peor que ver morir asfixiados a toda la tripulación de la misión
marciana en directo, o ver estallar las minas de deuterio de la Luna. Eventos
seguidos por medio mundo, y que condenaron a la carrera especial a décadas de
parálisis.
— Lo sé. Pero lo que estamos haciendo aquí es demasiado
importante. Sabíamos que habría pequeños obstáculos en el camino, pero no nos
podemos detener ahora.
Rogers la miró con una expresión de decepción. Negó con la
cabeza y se dirigió a sus compañeros.
— Sabía que no lograríamos nada de ella… — Le escuchó decir
mientras se alejaban.
Durante las siguientes horas, Kim trabajó duro para corregir
todos los sistemas a su nueva posición. Los satélites de comunicaciones ya
estaban en línea, y recibían el haz láser con una eficiencia del noventa y
nueve por ciento. Todos los sistemas estaban listos para empezar con la
perforación de los doce kilómetros de hielo que tenían a sus pies.
Niode, le dio luz verde. A pesar de las reticencias del
resto de la tripulación, comenzaron los trabajos.
Fase
5.
El módulo JELAD estaba enteramente diseñado para su función
de perforar la gruesa capa de hielo. Tenía forma piramidal, con una altura
cercana a los cincuenta metros. En su cúspide estaba el receptor de los haces
láser que emanaban de los generadores en órbita; desde esta sección, la energía
recibida se distribuía a lo largo de un complejo sistema a través de la sección
central de la nave hasta su base.
Alrededor de esta sección central, se organizaban los
diferentes niveles de laboratorios, viviendas, almacenes, etc. El módulo estaba
destinado a quedarse en la superficie para siempre. Sólo una pequeña protuberancia
en el lateral los regresaría a órbita al final de la misión.
En la base del módulo se encontraba el perforador láser, que
iba fundiendo y evaporando el hielo capa a capa. La energía concentrada fundía
tramos de hielo de diez en diez metros, en ráfagas concentradas a intervalos de
dos minutos. Este espacio de tiempo permitía la expulsión de gases y evitar
sobrecalentar el sistema. La temperatura llegaba a ser tan alta que los gases
salían eyectados a cientos de grados centígrados y a más de doscientos kilómetros
por hora. Un intrincado sistema de toberas y canalizaciones permitían la
expulsión controlada a lo largo del conducto central.
El pozo se horadaba de forma constante manteniendo un
diámetro de dos metros, con una pequeña cavidad en espiral en sus paredes. Esta
cavidad servía para guiar las canalizaciones y cableado, y sobre todo para
guiar el conducto umbilical. Este conducto les permitiría mantener una
atmósfera controlada y más adelante, descender hasta el océano.
El proceso era prácticamente automático, la IA de la nave
trabajaba todo el tiempo en ello. Ellos se podían dedicar a analizar muestras y
realizar los primeros paseos espaciales, con una pequeña labor de supervisión
de los sistemas básicos.
Un constante zumbido les recordaba que estaban poco a poco
arañando la superficie. En Kim provocaba una sensación de tranquilidad, un
zumbido constante acompañado del rítmico repiqueteo provocado por la eyección
del láser concentrado. Sin embargo, el resto de la tripulación estaba nerviosa.
Saltaban a la mínima y seguían insistiendo en cancelar la misión y abandonar la
superficie de Europa.
La realidad es que la nave seguía escorada sobre su plano
vertical. Se veían obligados a hacer constantes ajustes y apuntalar la base.
Rogers seguía insistiendo en que la estructura de la nave estaba comprometida y
que deberían volver a la órbita lo antes posible.
— Capitán Niode — dijo firmemente Rogers—, queremos acceso a
las últimas conversaciones con Control de misión. Creemos que no tienen toda la
información sobre la situación actual.
Kim levantó la vista de su bandeja, se encontraban en el
comedor, disfrutando de sus setas recién impresas. Era su turno de comida junto
con Niode, el resto de la tripulación habían acudido a hablar.
— Rogers, puede consultar los logs y registros que hago
públicos. Ahí está todo lo que deben saber. De momento la misión sigue
adelante.
Rogers le miró negando con la cabeza.
— Estamos dando vueltas en círculos todo el rato. Sabemos
que Kim y tú estáis totalmente alienados. Obcecados con la misión y…
Zoom-Zoom-Zoom
Rogers fue interrumpido por una nueva salva de láseres,
acompañada del zumbido de aspiración de gases de la perforación. A Kim le
pareció una pausa dramática, no era un ruido tan molesto.
—Obcecados y cegados por este mundo helado —continuó
Rogers—, la integridad estructural está comprometida, la nave sufre con cada
golpe de calor emitido. No podemos continuar así.
Niode se levantó visiblemente molesto:
—Rogers, Kim ha evaluado los datos —Niode asintió en
dirección a Kim y continuó—, la nave soportará los ciclos del láser hasta
llegar a los doce kilómetros.
—Sois los dos iguales, no queréis ver el riesgo que podemos
sufrir. Control de misión no aceptaría seguir con estos parámetros. — Rogers
comenzó a acercarse al capitán de forma amenazante. Niode mantuvo su mirada sin
titubeos.
— Vamos a tomar el control “capitán”, estamos cansados de tu
abuso de autoridad.
Niode se incorporó como un rayo y agarró de las solapas de
la chaqueta a Rogers. Esté era mucho más alto y corpulento que el capitán, pero
al cogerlo por sorpresa le hizo retroceder.
—No permitiré ninguna insubordinación Rogers. La misión
puede continuar perfectamente con usted fuera de ella.
Rogers reaccionó rápido. Rompió el agarré y uso su masa para
voltearse sobre el capitán y catapultarlo sobre la mesa. Su cabeza aterrizó
sobre la bandeja de Kim. El resto de la tripulación se mantenía en tensión a un
par de metros de la trifulca.
— ¿Qué crees que haces? ¿Asaltar al ingeniero por exponer
sus preocupaciones? No vamos a tolerar tus locuras, se acabó.
Rogers apretaba con fuerza el cuello del capitán, estaba
claro que su intención era dejarlo inconsciente. Kim estaba paraliza, no era
capaz de reaccionar a pesar de ver al capitán en peligro. Sabía que debía
actuar o Rogers lucharía hasta conseguir cancelar la misión.
Niode le dirigió una mirada suplicante. Kim se la devolvió,
pero no la miraba a ella, miraba el cuchillo de resina en su mano izquierda.
Salió de su parálisis y le tendió el cuchillo.
Rogers abrió los ojos con sorpresa. El cuchillo, a pesar de
ser pequeño y de resina, estaba afilado. Con la fuerza del capitán, había
penetrado sus ocho centímetros de filo en el cuello de su atacante. El resto de
la tripulación gritó. Rogers soltó al capitán y se llevó la mano al cuello,
intentó agarrar la mano de Niode, pero este fue capaz de retirar el cuchillo.
A medida que el cuchillo se deslizaba fuera del cuello de
Rogers, la sangre emanaba con un visible chorro sobre la bandeja de Kim. Le
habían arruinado las setas.
Se levantó de su sitio mientras el capitán forcejeaba para
quitarse al ingeniero de encima. Rogers cayó al suelo. Niode agarró la mano de
Kim y echaron a correr. Les seguían los otros dos miembros de la tripulación,
mientras la bióloga se quedó atendiendo al malherido Rogers.
El capitán guiaba a Kim por los angostos corredores.
—Vamos a la sala de control. Tenemos que iniciar el
protocolo por insubordinación ahora mismo.
En lugar de rodear la parte central de la nave, Niode les
dirigió justo a esta zona. Se trataba del gran hueco de forma cilíndrico que
descendía por treinta metros desde la cúspide de la nave hasta su base. Aquí
los dos haces provenientes de la órbita se subdividían e insertaban en el
sistema de perforación. Era totalmente seguro atravesarlo, excepto en una
ventana de diez segundos tras el disparo del perforador en los que se producía
la expulsión de gases.
En estos diez segundos, el vapor ardiendo, resultado de la
ebullición instantánea del hielo, salía eyectado por diferentes toberas de
vacío al exterior. Subiendo la temperatura en el hueco a más de cien grados.
Kim sabía que llevaba más de un minuto sin oír el repiqueteo de los haces
contra el hielo.
Miró a sus espaldas, podía ver a los otros tres tripulantes
siguiéndoles de cerca. Uno de ellos con una barra metálica de grandes
dimensiones. Intentó tirar de la mano de Niode, que miró hacia ella y le
respondió:
—Ahora no es momento de parar. Si nos alcanzan será el fin
de la misión.
Mientras corrían, le pareció que el brillo aumentaba en
anticipo de un nuevo disparo de haces. ¿No se daban cuenta de ello sus
perseguidores?
Atravesaron una puerta y llegaron a un breve pasillo que
daba a la sala de mando. El capitán puso la mano sobre el control de acceso.
—Identificación biométrica errónea, inténtelo de nuevo.
—Mierda.
Niode se dio cuenta de que aún tenía la mano llena de sangre
de Rogers, el lector de la pared estaba ahora lleno de sangre, por lo que el
acceso por adn y huella había fallado.
— ¡Kim! ¡Bloquea esa puerta!
Kim obedeció justo en el instante en que sus dos compañeros
llegaron a ella. La miraban a través del ventanuco de la puerta:
— Por favor, abre esta puerta. Tenemos que parar a Niode.
¡Mira lo que le ha hecho a Rogers! Kim, ¡reacciona! ¡Ábrenos!
Se volteó y dirigió una mirada inquisitiva al capitán, pero
este se encontraba forcejeando con el acceso manual.
— Capitán, ¿Les abro? El láser está a punto de disparar y…
— Kim — dijo Niode sin voltearse—, si abres esa puerta será
el fin de la misión. Todos estos meses, todo este entrenamiento y millones de
recursos invertidos para nada. Piensa en lo que se perderá.
Tenía la mano sobre el control de apertura de la puerta.
Dirigió la mirada a sus compañeros. El terror se hizo patente en sus caras
cuando se dieron cuenta de que el sistema de perforación estaba a punto de
disparar. Le suplicaban entre gritos y golpes a la ventana, uno de ellos
intentó volver hacía la otra puerta.
— ¡Por favor KIM! ¡Abre! ¡Lo sentimos! Pero no nos dejes
aquí.
Zoom-Zoom-Zoom
Su compañero abrió los ojos al otro lado del cristal. Por un
instante el absoluto silencio volvió a reinar sobre la superficie de Europa. Un
segundo después el vidrio se empañaba ante el alarido de su compañero. Kim
podía ver como la piel de su cara se quemaba abriendo ampollas que bullían al
instante. Se desplomó con un rictus de dolor y un grito eterno en su boca. El
otro tripulante estaba en el suelo tras él, apunto de alcanzar el otro acceso
mientras su chaqueta se derretía sobre su espalda.
Niode abrió la puerta al fin. Miró hacía Kim y sonrió.
— La misión sigue su curso. Buen trabajo Kim.
Fase
6.
Rogers tenía razón.
La estructura de la nave sufrió demasiado con los cambios de
temperatura. Dos días después de la muerte de sus tres compañeros, la nave se
volvió a inclinar sobre su vertical, el haz del láser entró en la cúspide
desviado unos centímetros. Suficiente para fundir parte del recubrimiento
interno y dejarlos sin multitud de sistemas básicos. Se produjo una
descompresión crítica de la nave. El capitán Niode había muerto intentando
sellar las fugas causadas.
La bióloga y Kim se habían visto obligadas a refugiarse en
la base de la nave. Aún quedaba calor residual aquí, y emanaba oxígeno por
agujero tallado en el hielo. La bióloga no le dirigía la palabra a Kim desde el
incidente con Rogers. Sin embargo ella la ignoraba, continuaba analizando datos
y tratando de enviarlos a las naves en órbita para salvar parte de la
investigación.
Cuando la temperatura ambiente rondaba los treinta grados
bajo cero, la bióloga decidió acabar con su vida. Tras un sermón dónde culpaba
a Kim del fracaso de la misión, se cortó el cuello con un bisturí. Tratando de
arrancar algún sentimiento de ella, escribió con su propia sangre: “No todo
vale, KIM.”
Kim sólo lamentaba la pérdida de la misión. Perdió el
conocimiento unas horas después.
Fase
de evaluación.
Año 2120 - Centro de evaluación y entrenamiento europeo de
astronautas.
“Resultado final del proceso de simulación JELAD-Alpha de
selección de tripulaciones: NO APTA”
Kim volvió a leer esa frase. La niebla de su mente ya se
estaba despejando, por fin comprendía su significado. Había fallado el último
test. La agencia espacial la descartaba como tripulante de la futura misión
JELAD.
A sus diecisiete años nunca había sido descartada en ningún
programa. Desde su nacimiento, se habían seleccionado los mejores genes, había
recibido la mejor educación posible con las IAs más avanzadas y los expertos
más reconocidos del campo. Y finalmente, la prueba decisiva, la última
simulación de evaluación la había designado no apta.
Ante ella se encontraba un androide que la estaba
acompañando en el proceso de recuperación y evaluación.
—Veo que tus niveles de estrés están aumentando. Es normal
tras salir de una simulación tan intensa. Lamento el resultado final, pero
queremos que sepas que…
—No necesito ningún consuelo. ¿De verdad con toda mi
preparación creéis que no soy apta? He demostrado tener todas las aptitudes y
cualidades, llevaría la misión a su cumplimiento sí o sí. Incluso mis genes
están seleccionados para un trabajo así.
El androide proyectó en su rostro una cara amable,
intentando empatizar con Kim.
— Tienes razón, eres increíble. Has desempeñado de forma
increíble durante la simulación de todas las fases. Pero los estándares de la
agencia espacial han cambiado en los últimos años. Ahora buscamos personas más
humanas, que sean conscientes que el bien mayor sólo se obtiene cuando la
empatía y la bondad dominan nuestras acciones.
Kim se mantuvo en silencio, sus músculos se estaban aún
desentumeciendo tras tres días sumida en la cápsula de simulación. No era capaz
de levantarse por lo que miró con odio al androide. Este ladeó levemente la cabeza y sonrió con
un gesto genuinamente humano:
— Lo siento Kim. El fin no justifica los medios, eres
demasiado fría.
Por A. A. Espiño
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